Con el 2025 en marcha, las proyecciones sobre la economía peruana ofrecen una mezcla de optimismo moderado y cautela.
Desde bancos hasta consultoras internacionales y organismos multilaterales, las predicciones convergen en un punto: el Perú enfrenta un año de recuperación y ajuste estructural, donde factores globales y locales determinarán el curso de su desempeño económico.
El Banco Central de Reserva del Perú (BCR) se ha mostrado optimista en mantener la inflación dentro del rango meta del 1% al 3% tras el logro del 1.97% en el 2024. Aunque reconocen que el entorno global sigue siendo incierto, destacan la fortaleza fiscal y las reservas internacionales como pilares clave para proteger la economía de choques externos.
Además, el BCR proyecta un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) entre el 2.7% y el 3%, en línea con una recuperación gradual de sectores como minería, construcción y servicios, apuntalados por una mayor estabilidad política y social.
Desde el extranjero, el BBVA Research apunta a un crecimiento más conservador del 2.5%, argumentando que aún persisten desafíos para reactivar la inversión privada. Por otro lado, Morgan Stanley considera que la minería, clave en la economía peruana, será uno de los motores del crecimiento, gracias al repunte en los precios del cobre y las crecientes demandas internacionales por minerales críticos.
El Scotiabank, por su parte, pone un énfasis especial en el sector agrícola, señalando que una mejor gestión de los recursos hídricos podría convertirlo en un impulsor más consistente del PBI.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial mantienen una postura moderadamente optimista. El FMI prevé un crecimiento del 3%, pero advierte que los riesgos climáticos y los conflictos sociales no deben ser subestimados. En paralelo, el Banco Mundial pone su atención en la necesidad de diversificar la economía, reduciendo su dependencia de la minería e impulsando sectores como tecnología, turismo y agroindustria.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha hecho hincapié en la inversión en infraestructura y proyectos sociales para cerrar brechas y estimular un crecimiento más inclusivo. Su mensaje es claro: el Perú tiene las herramientas, pero necesita fortalecer políticas públicas que beneficien a las comunidades más vulnerables.
Empresas como Deloitte y PwC coinciden en que el 2025 será un año de transición. Deloitte proyecta que las oportunidades de inversión extranjera directa serán más visibles en el segundo semestre, especialmente en infraestructura y energía renovable. Por su parte, PwC sugiere que la clave estará en lograr una coordinación más efectiva entre el gobierno y el sector privado, especialmente en la ejecución de proyectos estratégicos paralizados.
Las dinámicas internacionales también jugarán un papel crucial. Una posible desaceleración en las economías desarrolladas podría afectar las exportaciones peruanas, mientras que la normalización de las cadenas de suministro podría ofrecer un respiro al comercio. Por otro lado, la mayor demanda global de alimentos y recursos naturales, especialmente desde China, presenta una oportunidad para el país.
Analistas peruanos destacan que el 2025 será clave para restaurar la confianza empresarial y el consumo interno, golpeados en años recientes. La reforma fiscal y la reducción de la informalidad serán esenciales, afirma el economista Elmer Cuba, quien también apunta a la importancia de mantener la estabilidad política para estimular el crecimiento.
Por otro lado, el economista Hugo Ñopo subraya la importancia de cerrar brechas sociales y mejorar la calidad educativa como pilares del desarrollo económico sostenible.
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