
En las últimas décadas, el predominio del dólar estadounidense en la economía mundial ha sido un tema recurrente en los estudios económicos, especialmente debido a la apreciación reciente del billete verde. Factores como la solidez de la economía de EE.UU., la contracción de su política monetaria y el aumento del riesgo geopolítico han contribuido a fortalecer su posición. Sin embargo, en paralelo, el sistema de reservas internacionales ha mostrado signos de una transformación gradual pero significativa.
En un artículo publicado por el FMI y firmado por Serkan Arslanalp, Barry Eichengreen y Chima Simpson-Bell, se advierte que de acuerdo a los datos de ese organismo financiero multilateral, obtenidos a través de su encuesta sobre la composición de las reservas oficiales de divisas (COFER), que hay una disminución constante de la proporción del dólar en las reservas de los bancos centrales y gobiernos de todo el mundo. Sorprendentemente, este proceso no ha sido acompañado por un incremento notable en la participación de otras monedas globalmente fuertes como el euro, el yen o la libra esterlina, sino más bien por un ascenso de monedas de reserva no tradicionales, como el dólar australiano, el dólar canadiense, el renminbi chino, el won surcoreano, el dólar singapurense y varias monedas nórdicas.
Este cambio puede atribuirse a varias razones. En primer lugar, las monedas no tradicionales ofrecen a los gestores de reservas una mayor diversificación, en un contexto económico cada vez más fragmentado. Además, proporcionan rendimientos relativamente atractivos, y la creciente facilidad para comprarlas, venderlas y mantenerlas gracias al desarrollo de tecnologías financieras digitales, como los sistemas automáticos de creación de mercado y de gestión de liquidez, ha facilitado su adopción.
Sin embargo, el contraste entre esta diversificación en las reservas oficiales y la persistente fortaleza del dólar en los mercados financieros internacionales llama la atención. Mientras los inversores privados continúan optando por activos denominados en dólares, reflejado en el cambio de los precios relativos, los bancos centrales parecen estar haciendo una transición más pausada. Esto sugiere que las fluctuaciones de los tipos de cambio pueden influir en las decisiones de los bancos centrales sobre la composición de sus reservas.
Desde una perspectiva de largo plazo, el hecho de que el valor del dólar estadounidense se mantenga relativamente estable, mientras su participación en las reservas mundiales disminuye, indica un claro movimiento gradual por parte de los bancos centrales hacia la diversificación de sus activos. No obstante, este proceso no ha mostrado indicios de aceleración, a pesar de que algunos sugieren que las sanciones financieras de EE.UU. podrían haber impulsado el alejamiento del dólar en ciertos países. Aunque no es posible descartar que algunas naciones geopolíticamente motivadas puedan no estar informando la composición de sus reservas a la COFER, el 93% de las reservas mundiales de divisas sigue representado por las 149 economías que sí participan.
Entre las monedas no tradicionales que han ganado terreno, el renminbi chino se destaca, habiendo representado aproximadamente una cuarta parte de la reducción del uso del dólar en las reservas globales. A pesar de las políticas chinas para promover su internacionalización, incluyendo la creación de un sistema de pagos transfronterizos y una moneda digital de banco central, la participación del renminbi parece haberse estancado en los últimos años. De hecho, los datos recientes indican que la proporción del renminbi en las reservas internacionales ha disminuido desde 2022, probablemente afectada por la depreciación de su tipo de cambio.
Es importante señalar que algunos estudios han atribuido el descenso en las tenencias de dólares y el aumento de monedas no tradicionales a las decisiones de un pequeño grupo de grandes tenedores de reservas, como Rusia y Suiza, que tienen razones geopolíticas y comerciales para diversificar. Sin embargo, si excluimos a estos países de los datos, la tendencia de diversificación se mantiene. En un estudio del FMI de 2022, se identificaron 46 países como «diversificadores activos», aquellos que mantenían al menos un 5% de sus reservas en monedas no tradicionales hacia finales de 2020. Este grupo incluye economías avanzadas y mercados emergentes, y en 2023, países como Israel, los Países Bajos y Seychelles se unieron a esta lista.
La diversificación también ha incluido un ligero incremento en la acumulación de oro por parte de algunos bancos centrales, particularmente en economías emergentes que buscan protegerse contra sanciones financieras. La demanda de oro, aunque históricamente baja en las reservas internacionales, ha aumentado durante los periodos de incertidumbre económica y riesgo geopolítico. A pesar de este aumento, es importante recalcar que la proporción de oro en las reservas sigue siendo limitada en comparación con otras divisas.
En conclusión, el sistema monetario internacional está en un proceso de transformación. La hegemonía del dólar estadounidense, aunque aún fuerte, ha comenzado a erosionarse lentamente en favor de monedas no tradicionales. Este cambio está siendo facilitado por avances tecnológicos que simplifican la gestión y el comercio de estas monedas. A medida que el panorama geopolítico global se fragmenta y los riesgos aumentan, los gestores de reservas continuarán buscando diversificar sus activos, lo que indica que el proceso de diversificación está lejos de terminar.
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