“Cuerdas separadas: cómo la economía peruana sigue creciendo pese al ruido político”
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La disciplina macroeconómica y las reformas de los 90 mantienen al país en pie frente a la inestabilidad.
A pesar de la turbulencia política que atraviesa el país —cambios de gobierno, protestas, debates sobre reformas estructurales—, la economía peruana ha logrado mantener dinámicas de crecimiento, liquidez y estabilidad cambiaria que casi no se ven en otras economías de la región. ¿La razón? Una combinación de instituciones que devinieron relativamente autónomas, reglas fiscales y monetarias que se sostienen más allá del calendario político, y decisiones de inversión que han seguido avanzando. En este contexto, las reformas iniciadas bajo el gobierno de Alberto Fujimori brindan la base que hoy permite que las “cuerdas” —la política y la economía— se estiren pero no se rompan mutuamente.
En el Perú, la política y la economía corren por carriles paralelos. De un lado, un escenario político de permanente tensión: protestas, gabinetes fugaces y desconfianza ciudadana. Del otro, una economía que resiste con indicadores que sorprenden a propios y extraños.
Un dólar inusual
Entre septiembre y octubre, el tipo de cambio pasó de S/ 3,50 a S/ 3,37 por dólar, una apreciación del sol que contrasta con la tendencia regional. En medio de marchas y titulares adversos, el mercado cambiario no solo no se alteró: se fortaleció.
“Lo notable del caso peruano es que el ruido político ya no genera sobresaltos cambiarios. El mercado asume que las instituciones económicas son suficientemente fuertes para aislarse del ciclo político”, explicó a Gestión el economista senior de BBVA Research, Hugo Perea.
El propio Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), reforzó esa idea en un foro internacional reciente: “La independencia del BCRP y la estabilidad fiscal han sido elementos clave para aplicar políticas contracíclicas incluso en momentos de crisis.”
Los proyectos que avanzan pese al ruido
El comportamiento del sol tiene sustento real. En paralelo al ruido político, los anuncios de inversión extranjera directa (IED) no se han detenido, e incluso han tomado fuerza en sectores estratégicos.
Tía María (Arequipa): El Gobierno autorizó el inicio de obras del proyecto de Southern Copper, filial del Grupo México, con una inversión proyectada de US$ 1.800 millones. Pese a su historia de conflictos sociales, el anuncio fue bien recibido por el mercado: las expectativas de mayores exportaciones de cobre fortalecen el ingreso de divisas.
Falchani (Puno):American Lithium confirmó en septiembre el incremento de su inversión en el proyecto de litio Macusani Yellowcake a US$ 847 millones, tras resoluciones judiciales que despejaron la incertidumbre sobre concesiones.
Ferrocarril de la Costa: La coreana DOHWA Engineering firmó en octubre una carta de intención con el MTC para iniciar los estudios de prefactibilidad de un tren que conecte Tumbes con Tacna.
Majes Siguas II:ProInversión y el Gobierno del Japón suscribieron un acuerdo de cooperación para la segunda etapa del proyecto de irrigación en Arequipa.
Cada uno de estos hitos representa millones de dólares comprometidos, nuevas oportunidades de empleo y, sobre todo, señales de confianza que el mercado lee con claridad.
“Pocas economías en el mundo tienen esta desconexión tan evidente entre la política y el ciclo económico. Perú sigue creciendo porque su estructura institucional lo permite,” señala Carlos Adrianzén, decano de Economía de la UPC, en entrevista con Bloomberg Línea.
Los proyectos extranjeros que avanzan pese a la crisis política
Proyecto
Inversor / País
Sector
Estado
Majes Siguas II
Sumitomo (Japón)
Irrigación / Agroindustria
En acuerdo ProInversión
Ferrocarril de la Costa
POSCO E&C (Corea del Sur)
Infraestructura
Preacuerdo de estudios
Tía María
Southern Copper (México / EE. UU.)
Minería
Obras autorizadas
Ampliación hidroeléctrica
Statkraft (Noruega)
Energía
En ejecución
Renovables norte
Enel (Italia)
Energía limpia
En implementación
La expresión “cuerdas separadas” ha sido usada por analistas desde los años 2000, en los ultimos años Luis Carranza y Carlos Anderson ya la utilizaban para describir la convivencia entre dos realidades opuestas: una economía ordenada y una política errática.
En otras circunstancias, los enfrentamientos políticos y los escándalos judiciales habrían paralizado las inversiones. Pero el Perú, que ya lleva casi una década de turbulencia institucional, ha aprendido a operar bajo esa dualidad.
“El inversionista distingue entre la política y la capacidad del país para honrar sus compromisos. Y el Perú ha demostrado, por más de 30 años, que cumple sus reglas”, comenta Mariana Álvarez, economista de BBVA Research.
El reciente informe de Moody’s (octubre 2025) respalda esa visión al mantener la calificación soberana del país en Baa1 con per
Lo que explica la calma
El economista Jorge González Izquierdo lo resume así: “La economía peruana tiene un piloto automático bien armado. El ruido político ya no altera las expectativas porque los mecanismos de estabilidad están institucionalizados”. Y tiene razón. El BCR mantiene una política monetaria prudente, con una inflación anual en torno al 2.8%, una de las más bajas de la región. Las reservas internacionales netas superan los US$75 mil millones, cubriendo más de 20 meses de importaciones. El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), pese a los cambios de ministros, sigue ejecutando una política fiscal moderada y responsable, respetando la regla de déficit fiscal y la transparencia presupuestaria.
Además, la economía real da señales positivas. En las últimas semanas, el Midagri confirmó que el Perú mantiene su liderazgo como mayor exportador mundial de arándanos, mientras que ProInversión firmó con el Gobierno del Japón un acuerdo para impulsar la segunda etapa del proyecto de irrigación Majes Siguas, clave para ampliar la frontera agrícola. A esto se suma el preacuerdo entre Perú y Corea del Sur para realizar los estudios del ferrocarril de la costa peruana, y la reciente autorización para el inicio de obras de Tía María, anunciada poco después de las marchas sociales.
Cada uno de estos hechos transmite la misma señal: la economía peruana sigue su propio curso, separada de la política.
Los cimientos del “blindaje”
Para entender por qué la economía peruana resiste incluso en medio de la turbulencia, hay que mirar tres pilares institucionales nacidos de las reformas de los años noventa.
Independencia del BCRP
El artículo 84 de la Constitución de 1993 —vigente hasta hoy— prohíbe expresamente que el Banco Central financie al Estado. Fue una reforma radical: antes de los noventa, el déficit fiscal se cubría emitiendo dinero, lo que desató hiperinflación.
Desde entonces, el BCRP actúa con mandato exclusivo de preservar la estabilidad monetaria. Sus directores tienen periodos fijos y no dependen del Ejecutivo. Bajo esa estructura, el país logró reducir la inflación de tres dígitos (1990) a un promedio menor al 3 % anual durante las últimas dos décadas.
“El compromiso del Estado de no pedirle más dinero al Banco Central se ha cumplido plenamente”, recordó Velarde en una conferencia reciente.
Esa autonomía, reforzada por la credibilidad ganada en la gestión de Velarde desde 2006, es una de las razones por las que el sol se ha convertido en la moneda más estable de Sudamérica.
La regla fiscal y el orden macro
La segunda cuerda institucional se ubica en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Las leyes de responsabilidad y transparencia fiscal establecen límites de déficit y deuda pública, obligando al Ejecutivo a mantener equilibrio.
Aunque la pandemia tensionó esos márgenes, el país sigue con una deuda pública por debajo del 30 % del PBI, muy inferior a los promedios regionales.
El Fondo Monetario Internacional reconoció en marzo de este año que “Perú mantiene fundamentos fiscales sólidos y un marco institucional creíble”, aunque advirtió la necesidad de disciplina para cumplir la regla fiscal en 2026.
El control del gasto y la previsibilidad de las cuentas públicas generan confianza para invertir, incluso cuando la política parece impredecible.
Reservas internacionales: el escudo silencioso
El tercer pilar es la acumulación sistemática de reservas internacionales netas, que hoy superan los US$ 73 mil millones, equivalentes a más de 18 meses de importaciones.
Es un colchón de seguridad frente a crisis externas y un instrumento para estabilizar el tipo de cambio. Cada vez que hay turbulencia, el BCRP interviene en el mercado cambiario con dólares propios, sin comprometer deuda ni generar expectativas negativas.
Esa reserva de confianza es también un activo psicológico: los agentes económicos saben que, pase lo que pase en la Plaza Bolívar, el país no se quedará sin liquidez.
Los frutos de las reformas de los noventa
Detrás de esta arquitectura económica hay un punto de origen: las reformas liberales implementadas durante el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000).
El “fujishock” estabilizó una economía desbordada por la hiperinflación y el déficit fiscal. El programa de apertura comercial, privatizaciones y atracción de inversión extranjera redefinió el rol del Estado.
Más allá de las controversias políticas y éticas, el balance económico es innegable: esas medidas crearon un marco de estabilidad que sobrevive tres décadas después.
“El mayor logro de las reformas de los 90 fue institucionalizar la prudencia fiscal y la independencia monetaria. Esas reglas se volvieron parte de la cultura económica del país”, señala el economista Germán Alarco, investigador de la Universidad del Pacífico.
La Constitución de 1993 consolidó esta visión al otorgar rango constitucional a la autonomía del BCRP y al establecer principios de equilibrio fiscal. Así, la economía quedó protegida del vaivén político.
Recuadro: Las reformas que blindaron la economía peruana
Constitución de 1993: independencia del Banco Central y prohibición de financiamiento al Tesoro.
Ley de Transparencia y Responsabilidad Fiscal (1999): límites a déficit y deuda pública.
Apertura comercial y privatizaciones: atracción de inversión extranjera y modernización del aparato productivo.
Flexibilización cambiaria y reservas internacionales: capacidad de respuesta ante choques externos.
Cuerdas separadas, pero vigiladas
La solidez institucional no significa inmunidad total. El propio BCRP ha advertido sobre el riesgo de “imprudencia fiscal” si el gasto público crece sin respaldo productivo. El reto del país no es solo preservar las reglas, sino actualizarlas para nuevas realidades: infraestructura, transición energética y empleo formal.
Aun así, el contraste con otras economías de la región sigue siendo notorio. Mientras Argentina y Colombia enfrentan presiones cambiarias y desconfianza de los mercados, el Perú conserva grado de inversión y estabilidad macro.
La paradoja es que esa fortaleza económica convive con una política frágil. Según Ipsos, más del 80 % de los peruanos desconfía de las instituciones políticas, pero el crédito, las exportaciones y el consumo interno continúan creciendo.
Como escribió el analista Carlos Gamarra en AméricaEconomía, “el Perú parece vivir en dos dimensiones: una convulsa y otra ordenada. La primera hace ruido; la segunda produce resultados.
Un modelo de resiliencia, no de resignación
El caso peruano no es casualidad ni milagro. Es el resultado de tres décadas de construcción institucional que separaron, deliberadamente, la política del manejo económico. Esa distancia ha permitido al país atravesar crisis, cambios de gobierno y protestas sin colapsar su sistema financiero.
Pero mantener las “cuerdas separadas” requiere vigilancia. Si alguna se corta —por desorden fiscal, populismo monetario o captura institucional—, la tensión podría desbordarse.
Por ahora, la evidencia es clara: el Perú ha logrado convertir la estabilidad económica en su principal activo político. En tiempos de polarización, es un lujo que pocos países pueden permitirse.
La economía camina sobre cimientos construidos hace treinta años: independencia del banco central, orden fiscal y apertura al mundo. Si esas bases se preservan, el país seguirá siendo un caso singular en América Latina: un territorio donde las crisis políticas no necesariamente arrastran a la economía, y donde la estabilidad se ha convertido —paradójicamente— en el último refugio de la confianza.
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Luis Zegarra
Economista de PUCP y Master en Comunicaciones en la Universidad de Barcelona, con una amplia trayectoria en medios periodisticos como El Comercio, Gestión y otros, así como director de comunicaciones en entidades como Proinversión, SBS, MVCS y PCM. Director de publicaciones en Ejecutivo ti
Economista de PUCP y Master en Comunicaciones en la Universidad de Barcelona, con una amplia trayectoria en medios periodisticos como El Comercio, Gestión y otros, así como director de comunicaciones en entidades como Proinversión, SBS, MVCS y PCM. Director de publicaciones en Ejecutivo ti